D. Federico Gallardo del Castillo, por siempre recordado maestro

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José Martínez Ruiz, antiguo alumno, 90 años.

 

El pasado viernes, 5 de agosto, llegó la cita anual para los antiguos alumnos del colegio de D. Federico Gallardo del Castillo. Se reúnen aquí, en Motril, ciudad en la que el recordado maestro fundó el colegio “San Emigdio” y al que en unos cursos u otros todos estuvieron vinculados. Ahora, en pleno año 2011, esos antiguos alumnos se encuentran todos jubilados y mantienen un sentimiento común hacia aquel viejo maestro que dejó amplia huella en sus otrora mentes infantiles. Esta cita anual se viene repitiendo desde 1982, año en el que un grupo de condiscípulos decidió honrar a su viejo preceptor con una misa en su honor y una comida de hermandad. Desde entonces casi treinta años les contemplan y seguirán haciéndolo hasta que el cuerpo lo permita, según refiere su organizador, Manuel Jiménez Mendoza.

            Según el programa de actos que todos los años establece la asociación, el viernes tenía lugar la tradicional misa a la memoria del maestro y los alumnos fallecidos, que este año ha tenido una sensible baja, la del conocido empresario motrileño Juan José Rodríguez Bustos, fundador de la firma comercial Saneamientos Gervé. Fue en la Iglesia Mayor de la Encarnación y la misa fue impartida por el párroco, D. Daniel García Miranda. Allí, a su finalización, los alumnos mantuvieron un pequeño encuentro en el que se repartieron los consabidos saludos para los que viven fuera de nuestra ciudad y se reencuentran tras el transcurso de un año. Al día siguiente el almuerzo de hermandad congregó a todos en el complejo Katena, donde siguieron recordando las viejas anécdotas de antaño ligadas al compañerismo en la escuela y a las enseñanzas recibidas por D. Federico. La camaradería y la charla distendida se extendió hasta bien entrada la tarde, pues las historias relatadas gozaron de toda la amenidad del momento. Uno de esos antiguos alumnos, José Martínez Ruiz, de 90 años de edad, contaba como vivía en el Puerto de Motril y todas las mañanas se subía al tren de las canteras gracias a la amistad que mantenía con el maquinista. El trayecto tocaba a su fin en la calle Obispo, donde se bajaba para asistir a la escuela. El día que perdía el tren le tocaba ir andando y entonces se despojaba de las alpargatas con objeto de no deteriorarlas; ya en Motril, se las calzaba de nuevo para acceder honroso al inicio de las clases. Igualmente recordaba como asistían al colegio hijos de reputadas familias cuyos cabezas de familias también habían estado matriculados en el colegio. Fue un maestro al que todos adoraban por su buen hacer, trato, integridad y celo desplegado en todos los alumnos. Miguel Chinchilla Bueno, quien accedió al colegio por el año de 1942, también le recordaba por su bondad y José Arroyo, otro de sus alumnos, comentaba como todas las mañanas  les recibía con el Ave María y luego comenzaban a rezar “Bendita sea tu pureza….”. Nuestro colaborador, José López Lengo, que reside durante todo el año en Madrid, quiso recordar públicamente el lema que D. Federico hacía destacar en una tablilla a sus alumnos para hacerles hombres de bien: “el hombre bueno y honrado es querido y respetado”. Finalmente, Francisco Guardia, llegado desde Estepona, recordaba como se unió al grupo de antiguos alumnos al enterarse casualmente de la reunión en una de sus periódicas visitas a Motril. Desde entonces es fiel a la cita anual porque D. Federico se merece el homenaje por todo cuanto hizo por ellos.

            La comida de hermandad tuvo su puesta final a las 18 hrs, aunque hubo tiempo para los discursos de rigor. Manuel Jiménez Mendoza, “alma mater” de la reunión, se felicitó de ver a todos los alumnos juntos otro año más. Se emocionó al recordar a D. Federico y aunque su estado de salud es delicado, hizo saber que durante estos días no ha cejado de emplazar a sus compañeros para recordarles la cita. ¡El año que viene, si Dios quiere, aquí estaremos¡. Finalmente, uno de los alumnos más jóvenes, Diego Domínguez, leyó un poema redactado para la ocasión. Sus versos calaron hondamente en todos, pues algunas estrofas retrotraían a los presentes a su juventud y a las enseñanzas de su maestro. Como bien dijo, “hermanados desde la niñez/ iniciamos nuestra enseñanza/en el mejor de los colegios/unidos por la añoranza…/pero todo empezó con la enseñanza/que sabiamente nos supo inculcar/D. Federico Gallardo del Castillo/ un maestro ejemplar.

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